Bienvenida ruta, bienvenidos primeros 100 km

Muy temprano en la mañana el sol se asoma a través de la carpa. Después de un intento fallido de salir a la ruta el día anterior, la lluvia dio su paso a un cielo un poco más amigable. Dormidos, desarmamos nuestra “casa”, ordenamos las alforjas (los bolsos que van enganchados en el portaequipaje de la bicicleta), desayunamos y salimos convencidos de que el viento patagónico nos iba a despertar.

Como si el camino nos estuviera tomando un examen, sabemos que estos primeros 100 kilómetros de Ushuaia a Tolhuin son un desafío: tenemos que pasar obligadamente por el Paso Garibaldi, el paso montañoso que atraviesa la Cordillera de los Andes.

Todo pasa muy lento. Sentimos el viento en la cara, el sol en la piel. Los paisajes se congelan y todo lo que percibimos se ve demasiado cerca, como si estuviéramos en la primera fila de un cine. Todo es tan real que no sabemos para dónde mirar. Y es en ese momento cuando descubrimos lo que es viajar arriba de una bicicleta.

La mente y el cuerpo están íntimamente conectados, el ahora se convierte en el único instante que existe, los sentidos se activan y la concentración está puesta en esa línea infinita que delimita el asfalto del ripio. Como dice Juan Carlos Kreimer en su libro “Bici Zen” que trata sobre el ciclismo como camino y vivencia cercana a la meditación:

Somos ahora mismo. Este pie que empuja el pedal. Estas manos en el manubrio. Esta mente enloquecida que se resiste a dejarse llevar por la experiencia del zen de las dos ruedas…

Cualquiera que pase por al lado de un cicloviajero nota esa conexión. No importa quien esté dentro del próximo auto que pase: las bocinas, los guiños y los brazos levantados hacen de la ruta un escenario de aliento para el que pedalea.

Lago Escondido

El bosque Quemado

Siendo las cuatro de la tarde paramos para almorzar. Encendemos nuestra cocina al costado de la ruta y calentamos agua para tomar una sopa y un café acompañados por dos alfajores de chocolate y dulce de leche que son el manjar de la tarde. La llegada a Tolhuin se hace muy lenta y el cartel que marca los kilómetros nos falta un poco el respeto mostrándonos que restan 50 para llegar.

Después de casi nueve horas de pedalear (con paradas para descansar de por medio), llegamos a las 21hs a Tolhuin. Ni bien pisamos la casa de la familia que nos iba a hospedar unos días, se larga una lluvia que por suerte esperó a que llegáramos. Virginia y Ale de Por las Rutas del Mundo también nos estaban esperando (una pareja que está uniendo Ushuaia-Alaska con sus dos perros salchichas) y todos juntos, compartimos una noche más de anécdotas y charlas viajeras para no perder la costumbre.

Cansados nos vamos a dormir, pensando que la primera experiencia en la ruta fue todo un éxito 🙂