Chilecito hoy, con los ojos de ayer
Nos llamó la atención su nombre desde que lo vimos en el mapa. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar ni qué secretos escondía, aunque para serles sinceros, nunca buscamos información sobre qué ver o conocer en las ciudades o en los pueblos que visitamos porque preferimos ante todo escuchar a la gente local y que ellos nos recomienden hacia dónde ir.
Después de dos días en la Cuesta de Miranda, aterrizamos en el corazón de La Rioja: Chilecito. Llegamos justo al mediodía, momento en el que la mayoría de los chileciteños se acuesta a dormir la siesta, algo normal en la vida de cualquier persona oriunda de la región de Cuyo. Todavía no pudimos acostumbrarnos a esta costumbre y solemos salir en pleno receso a comprar pan o a almorzar y muy ilusamente, esperamos ver a alguien caminando para preguntarle cómo llegar a determinado lugar.
Muchos le atribuyen el nombre Chilecito por los asentamientos de inmigrantes chilenos que se establecieron en la zona
Los primeros días no fueron los mejores para salir a recorrer por el calor y el viento zonda que bajaba de la montaña. Aprovechamos el tiempo para descansar y para planificar cómo sería nuestro circuito en Chilecito —algunos lugares quedaron pendientes y eso nos gusta porque nos obliga a volver—.
Lo primero que queríamos era tener una vista panorámica del pueblo. Nos gustan los puntos altos porque nos permiten ver lo que está a nuestro alrededor desde otro ángulo, así que fuimos hacia el Parque Municipal donde se encuentra el mirador Cristo del Portezuelo. No sabemos con exactitud la cantidad de escalones que hay que subir para llegar al Cristo pero son muchos. Por suerte él siempre te recibe con los brazos abiertos.
Si hay algo que todos deberíamos hacer cuando visitamos un lugar, es conocer algo de su historia. Esta es la única manera de que ese punto perdido en el mapa cobre sentido y se empape de personajes y hechos, por eso fuimos hasta casi la entrada de Chilecito para visitar el Museo de la Minería Dr. Santiago Bazán.
En este lugar se pueden ver las viejas vías del ferrocarril y la base de operaciones de lo que fue el Cable Carril, una majestuosa obra de ingeniería del año 1904 —época del esplendor minero— y que consiste en el tendido de un cable aéreo de 35 km extendiéndose en línea recta desde la primera estación en Chilecito hasta la mina La Mejicana en el cordón del Famatina, a unos 4603 msnm.
Fue una de las obras más grandes que se llevó a cabo en la Argentina en el siglo XX por su longitud, posición estratégica y costos. La problemática de cómo transportar los minerales que se encontraban —especialmente oro— tuvo solución con su llegada, además de contar con el ferrocarril que serviría de contacto directo con los puertos fluviales del Litoral.
Se le adjudicó la construcción del Cable Carril a una empresa alemana y se tardó un año y medio en construirlo
Las construcciones de hierro fueron terminadas en Europa y después trasladadas a Argentina
El presupuesto de esta gran obra rondó los 217.988 pesos oro
Tiene una longitud de 35 km, 262 torres y 9 estaciones. El tiempo total del recorrido se hacía en 4 horas
Estas son las vagonetas que trasladaban los minerales de un punto a otro
Dentro del museo, instalado en una de las antiguas oficinas de “Ferrocarriles del Estado”, se pueden ver planos, herramientas, libros, minerales, maquinarias, fotos y hasta cómo era el sistema de comunicación entre los trabajadores de la obra que se cataloga como el iniciador de la telefonía en Argentina.
Para completar un poco la gran historia del Cable Carril Chilecito-La Mejicana, fuimos hasta la estación 2 llamada “El Durazno”, que está a sólo 9 km de la ciudad y a la que se accede a través de la Ruta Provincial N°14. Se sube por un camino de tierra y de muchas curvas que muestra uno de los secretos mejor guardados de Chilecito: el río Amarillo. No es que su nombre está puesto porque sí, sino que literalmente sus aguas son bien amarillas. ¿Por qué su tonalidad? Porque este río arrastra los minerales que todavía se encuentran en lo alto de la montaña.
Llegando a la estación 2 se pueden ver de lejos los hornos de fundición. Una vez arriba, está la sala de motores que tenían como función frenar las vagonetas. Hay inmensas poleas de cuero y herramientas que superan los dos metros de alto.
El tendido del Cable Carril Chilecito-La Mejicana está declarado como Monumento Histórico Nacional
Su cierre en el año 1926 se debió a la poca cantidad de oro que se obtenía en los últimos años y la gran cantidad de hombres que se necesitaban para que siga en funcionamiento
Se camina sobre piedras llenas de minerales de diferentes colores —lilas, verdes, negros, amarillos, dorados y plateados— y se puede sentir el olor a azufre en el aire.
A la vuelta bajamos por una cuesta y continuamos nuestra caminata por la orilla del río. Nos habían dicho que podíamos llegar a ver lo que se llama “la unión de los ríos”, donde el río Amarillo y el río de Aguas Claras se unen. Caminamos por un sendero de piedras paralelo al río Amarillo y haciendo unos pasos más, aparece el río Blanco cuyas aguas provienen del deshielo y son bien lechosas. Cada uno baja por su propio camino pero en un punto los dos se hacen uno.
No vamos a develar el secreto de Chilecito, así que tendrán que visitarlo para ver las aguas amarillas de su río 😉
Chilecito no es sólo un pueblo lleno de historia, cultura y paisajes. Chilecito es hospitalidad, amabilidad, sencillez y buena gente. Fuimos a comprar pan y nos regalaron unos bocaditos de nuez, además de un pedacito de una masa sabrosísima hecha con piel de uva que los dueños del almacén no querían que dejemos de probar. No teníamos dónde hospedarnos y la Secretaría de Turismo de Chilecito nos ofreció una habitación en una hostería para que podamos descansar. Nos invitaron a conversar sobre nuestro viaje en una radio y después de la entrevista nos convidaron café y medialunas para que sigamos compartiendo nuestras historias. Necesitábamos juntar un poco de dinero para seguir viaje, así que fuimos a la plaza céntrica de Chilecito con nuestras postales y señaladores que ofrecemos a voluntad y más de un chileciteño se paró a charlar con nosotros, nos habló sobre sus sueños e historias de vida y nos invitó a volver. Y sí, seguramente vamos a volver.
Agradecemos la cálida bienvenida, el excelente trato y la amabilidad recibida por el Ente de Turismo de Chilecito en nuestro paso por este pueblo.
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