Dos días en la Cuesta de Miranda
Si tuviéramos que elegir una palabra que describa lo que sentimos cuando pedaleamos kilómetros y kilómetros es libertad. Si tuviéramos que elegir una imagen que represente lo que nos despierta viajar en dos ruedas, sería la de dos pájaros volando en un cielo azul, cantando bajo la luz del sol y planeando hacia donde los lleve la brisa. Si hay un gesto que nos nace cuando estamos arriba de una bicicleta es la sonrisa, bien grande y contagiosa.
Ya pedaleamos más de 5000 km y de ellos se desprenden momentos, encuentros, alegrías, lágrimas, miradas, abrazos, sorpresas… entre tantos otros recuerdos que alimentan nuestra alma. En la memoria guardamos paisajes de todo tipo y no podemos decir que un lugar es más lindo que otro porque todos nos despertaron emociones diferentes, nos plantearon nuevos desafíos y nos deleitaron con paraísos naturales difíciles de comparar.
Argentina es un país rico. Sus provincias son mundillos llenos de historias, sabores, colores, culturas y belleza. Hay cientos de rutas que invitan a recorrerla, pero nosotros transitamos la más linda de todas: la Ruta 40, uno de los caminos más indescriptibles que tiene este territorio celeste y blanco. Cruza pueblos, ciudades, ríos, lagos, montañas… y atraviesa en suelo riojano una cuesta majestuosa: la Cuesta de Miranda.
Si bien es difícil, en esta oportunidad la 40 se puso a favor nuestro porque la cuesta es mucho más fácil de pedalear viniendo desde el sur de La Rioja. Si bien desde este punto uno empieza a subir —y se siente la inclinación de la ruta—, la cuesta propiamente dicha está del otro lado. Este serpenteante camino nace en Puerto Alegre, a unos 37 km de Villa Unión y culmina en Nonogasta, a 15 km de Chilecito. ¿Por qué es tan atractiva? Porque encierra historia, devuelve belleza y en bicicleta es un camino único.
Lo primero que despertó nuestra atención fue el color rojizo de sus rocas y suelos, dado por el contacto que tiene el hierro de los sedimentos del lugar con el oxígeno. Son kilómetros de paredones bien rojos que a la velocidad de la bicicleta se pueden ver con lujo de detalles: sus grietas, sus capas, sus diferentes tonos, sus formas, sus extensiones.
La cuesta está construida sobre un antiguo sendero de animales que los arrieros usaban hace varios años atrás para cruzar el Famatina —la sierra más alta de La Rioja— hacia Villa Unión. Un ingeniero italiano llamado Vicente Bolloli construyó este camino entre el año 1918 y 1928 usando materiales del lugar y un sistema de pircas (piedras cortadas a mano y trabadas entre sí que se utilizan para marcar caminos).
Antes de empezar la cuesta se atraviesan parajes muy pequeños de pocos habitantes. Como ya era tarde y el viento empezaba a soplar cada vez más fuerte, paramos a merendar a unos cinco km de Tambillo —uno de los últimos parajes que se cruzan— y ahí nos quedamos, entre música y mates esperando que se haga la noche para dormir bajo un cielo completamente estrellado.
Al otro día teníamos dos subidas bastante empinadas que atravesar. Tratamos de hacerlo en bicicleta pero fue imposible: el calor, el peso y la inclinación de la ruta hicieron que nuestros cuerpos griten pido, así que optamos por caminarlas. A pesar de estas “contras” lo disfrutamos: paramos cada cinco minutos, tomamos agua, descansamos a la sombra, miramos el paisaje, sacamos fotos y continuamos subiendo. Sabíamos que después de estos siete km empezaba un tobogán que nos llevaría hasta Chilecito sin mover los pedales.
Llegamos a los 2020 metros de altura y desde acá lo único que teníamos que tocar era el freno en las curvas. Sólo diez km no están asfaltados y son de tierra: éste es una de las partes más bellas de la Cuesta con tramos realmente angostos donde solo pasa un auto, por eso quien transite este camino tiene que tener mucho cuidado.
Hacemos más de una parada para observar y sacar fotos. Esto es lo lindo de la bicicleta: parás dónde y cuándo querés. No esperábamos sentir el sonido del agua en un lugar tan seco como este, pero efectivamente los deshielos de la montaña forman un río de cauce permanente. Mientras descendemos vemos en la ladera de una de las montañas un sendero marcado por los nativos del lugar que fue usado por los Incas en su paso hacia Mendoza y Chile, lo que se conoce como el “Camino del Inca”.
Llegamos al pie de la Cuesta, cruzamos el río Miranda y lo primero que se nos viene a la cabeza es volver a los 2000 metros para vivirla por segunda vez, como nenes que se tiran una y mil veces por un mismo tobogán.
Cualquier cicloviajero o amante de la bicicleta debería hacer este camino por lo menos una vez. Quien quiera recorrerlo, las “puertas” de la Cuesta de Miranda están abiertas. En este video pueden disfrutarla con nosotros 🙂
Gonzalo Vignoni
La Cuesta de Miranda es realmente impresionante, quedé atónito cuando viajé por ahí el mes pasado, ni siquiera sabía que ese paisaje existía en La Rioja, provincia que me fascinó y a la que pienso volver.
Hermosas fotos y genial relato!
Jime Sánchez
Sí, La Rioja es una provincia para volver, sin dudas.
Gracias Gonzalo! Abrazos!
Tierra Sinai
Muy buena experiencia, se ven unos paisajes muy bonitos, gracias por contarnos vuestra experiencia, os seguire por aqui, saludos.
VIAJOSCOPIO | Blog de viajes y aventuras
Genial chicos!!!!!
Me encantan las fotos! Y me volvió loco el cartelito de “Precipicio”!
Sigan con todo! La mejor para ustedes desde acá! =)
Car
Re lindo chicos!! Es admirable el viaje que están haciendo!! Desde acá los sigo y los leo!! Besote grande!!!!
PaBlo Galusso
¡CUANDO SEA GRANDE, QUIERO SER COMO USTEDES, HERMOSAMENTE LIIIIBREEEES!!!!!!!!
La Vida de Viaje
jajaj gracias Pablo, estás pedaleando con nosotros!
marita y miguel
Que lindo chicos, todo lo que contas Jime, y tus fotos Andres, cada lugar es un nuevo y hermoso paisaje.Sobretodo la comparación con los pájaros y su libertad. Hermoso, hermoso.Ya con 5000 km en su haber, parece mentira.Los felicito y a seguir subiendo. besosssss.