Fitz Roy, el irresistible señor de la montaña
Las piernas pedalean solas. Es la primera vez que siento que ellas tienen su propia autonomía independientemente de lo que yo quiera hacer. No hay cansancio, el cuerpo no pesa, todo está en perfecta armonía. La ruta, la bici y yo somos uno.
No nos preocupa si hoy terminamos durmiendo en una estancia o al costado de la ruta, tampoco importa si pasamos dos o tres días sobre ruedas. Hay algo, no sabemos qué, que nos invita a avanzar.
Después de unos cuantos días en El Calafate, volvemos a empalmar con nuestra querida 40 y coincidimos que es la ruta argentina con las mejores curvas que vimos en nuestra vida.
Sumamos una noche más en otro puesto de vialidad
Y otra noche más al costado de la ruta
Pedaleamos hacia El Chaltén, la población más joven de nuestro país que se encuentra en el límite norte del Parque Nacional Los Glaciares. Para llegar a esta villa turística, hay que dejar atrás la mítica ruta y doblar en dirección a la Cordillera de los Andes, tomando la Ruta Provincial N°23.
Siendo las 19:40 y después de varios kilómetros recorridos, vemos un lugar detrás de una loma. Armamos la carpa, cocinamos arroz con verduras y dos horas después, nos vamos a dormir. Al día siguiente vuelvo a sentir una energía especial: el pie no quiere despegarse del pedal ni la mano del manubrio. ¿Qué es lo que pasa en este camino que son tantas las ganas de llegar?. Como el efecto magnético de dos polos que se atraen, descubrimos que en El Chaltén hay un imán natural para ciclistas, escaladores, caminantes y viajeros: el imponente cerro Fitz Roy. Ese algo que el primer día nos invitaba a avanzar, esa sensación que sentimos el segundo día de querer llegar al cruce de la Ruta 23 y los casi 100 kilómetros que hicimos en tan sólo 5 horas el tercer día de viaje, tienen nombre y apellido.
En 1877 Francisco Pascasio Moreno bautizó al cerro con el nombre Fitz Roy
El Chaltén es un joven de 28 años. Amante de la naturaleza, sus pasatiempos son el trekking y la escalada. Disfruta de largas caminatas por senderos que son visitados por muchísimos turistas en verano, y de subir y bajar las tantas montañas y cerros que se asoman a los costados del pueblo. Es aventurero, seductor y está orgulloso de ser patagónico. Bajo el ala protectora del Fitz Roy, su paz y tranquilidad son contagiosas.
“Chaltén” es el nombre que usaban los Tehuelches para llamar al cerro y significa “montaña que humea”
La ruta (y la vida) nos sigue cruzando con viajeros y soñadores como nosotros. Ni bien pisamos esta ciudad vemos a El Forastero, la motorhome de los chicos de Por Las Rutas del Mundo, que por quinta vez consecutiva nos volvemos a encontrar. Juntos fuimos hasta el Chorrillo del Salto (una de las caminatas más cortas que se pueden hacer a tan sólo 3 kilómetros de la ciudad), también caminamos hasta la Laguna de los Tres en un recorrido que nos llevó nueve horas y vivimos la “experiencia Forastero” para llegar al lago del Desierto. Todo esto en el próximo capítulo de La Vida de Viaje por Las Rutas del Mundo 🙂
Lupe
Sus relatos no dejan de alimentar mis ganas de viajar. Hicimos Siete Lagos con mi hermana y su blog fue parte de nuestra preparación previa a ese viaje. Gracias por compartir tanto!
Ramiro
Excelente artículo y aún mejor las fotos!
Que bueno que compartan este tipo de historias!
saludos desde Río Grande, Tierra del Fuego
Ramiro Santoro
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