Río Santa Cruz (4): volver al agua
Llegamos a la estancia de noche como completos desconocidos, pero al minuto siguiente ya tenemos un mate caliente entre las manos para olvidarnos del frío. Dormimos hasta el mediodía y al levantarnos nos quedamos en las bolsas de dormir charlando sobre el día que pasó que ya se convirtió en una anécdota. Ahora nos toca descansar. Descansar para recuperar energías y decidir cómo van a ser los próximos días. Sentirnos para ver cómo seguimos.
Día 6
Después de la fuerza siempre llega la pausa. Para estirar un poco las piernas salgo a dar una vuelta por la estancia y me sorprendo con los detalles que voy encontrando en los galpones. Cada puerta abierta es un viaje en el tiempo en donde mi curiosidad y yo nos sentimos a gusto.
Día 7
Hoy no va a ser el día de volver al movimiento pero preparamos las bicis y el equipo como si lo fuera. El pronóstico extendido en el que venimos confiando llega hasta hoy y nos dice que el viento no va a parar. Windgurú en esta semana se ganó nuestra confianza. Ahora a tomar mate y esperar.
Hace dos noches que estamos en la Estancia Juana y la sentimos como la pausa exacta en el momento justo. Ya van seis días desde que arrancamos la travesía, y a pesar de que los planes cambiaron más de una vez, podríamos decir que estamos casi en la mitad del río. Un río que a la distancia y desde este balcón nos muestra su verdadera dimensión.
No soy de los que duermen siestas pero cuando no hay mucho para hacer más que esperar me parece un buen plan: sé que en algún momento de los próximos días mi cuerpo me lo va a agradecer. Cerca de las siete de la tarde cumplimos con la rutina de mandar el OK de todos los días con el geolocalizador con el que viajamos. Es increíble la tranquilidad que puede darte seis botones con dos pilas. Afuera Romario ya se está encargando del asado de despedida, y por más que nos sintamos como en casa, eso no lo sabe nadie. Para quienes nos esperan en casa solo somos un punto en el mapa cada vez que apretamos un botón.
Día 8
El viento para y volvemos al río. Nos despedimos de Romario y su familia y pedaleamos por la Ruta 9 hasta la próxima bajada que está a unos 30 kilómetros. Vamos por lo que nos queda. Volvemos al río.
Pedaleamos los 30 kilómetros y como nos dijo Romario antes de salir, “pasando la segunda tranquera a la izquierda” encontramos el camino que nos va a llevar hasta el río: es hora de bajar en pocos minutos todo lo que subimos hace unos días.
“Aprovechemos el viento que no existe” dice Sol y después de reflexionar (y reírnos) de esa frase “ponelequefilosofoexistencialista” inflamos los botes, desarmamos las bicis y nos metemos en el río. El reencuentro es el ideal después de aquel día en que prácticamente el viento nos sacó del agua. Lo disfrutamos y conectamos como no lo habíamos podido hacer hasta ahora. Pareciera que todo está en pausa salvo él que libre avanza buscando el mar mientras nosotros nos dejamos llevar.
La paz del río se rompe en La Barrancosa, lugar donde se esta levantando la segunda represa
El día no es intenso pero sí largo. Hacemos casi 50 kilómetros por agua y aprovechamos el buen clima para avanzar hasta última hora. De casualidad encontramos un viejo puesto al costado del río. Nos acomodamos con la carpa, aprovechamos cada metro cuadrado para el equipo y los botes y hasta un árbol nos hace de perchero por unas horas.
Día 9
Nos vamos acercando lentamente al mar. El aire está frío y el sol casi que ni se asoma. Las nubes le dan un tono gris al paisaje, pero hoy el color está vivo en otros detalles.
Llegamos temprano a Los Plateados, un puesto abandonado. Javi (más optimista que pescador) agarra su equipo y entre chicanas y chistes camina con su traje seco aún puesto para tirar la caña donde la teoría dice que está el pique: en la unión de un pequeño arroyo con el gran río. La teoría está de su lado y antes de irse nos dice que vayamos prendiendo el fuego que en un rato comemos trucha.
Mientras Javi juega a ser pescador en el río, con Sol armamos la carpa al reparo del puesto. La casita tiene tres puertas: una cerrada con candado que da a una cocina y otras dos que están abiertas. Por más tentador que sea dormir bajo techo y sin viento, no vamos a cometer otra vez el error de dormir entre ratones. Todavía es de día y no vemos ninguno, pero en cuanto se ponga el sol seguro van a salir a dar una vuelta.
Día 10
Tenemos todo listo, pero también tenemos muchas dudas. Estamos cerca del final y hay que tomar otra vez la decisión de si seguimos por agua o por tierra. Hoy el viento no es un problema y podríamos ir por el río, sin embargo si pasa lo que el pronóstico dice que puede pasar mejor estar sobre las bicis que arriba de los botes. Decidimos esperar. Comida no nos falta y si mañana no podemos remar no nos va a quedar otra que pedalear hasta Piedrabuena.
El día pasa lento y hasta se siente un cierto sabor a despedida. Las horas las ocupamos en descansar, pensar, leer, charlar y hasta nos bañamos varias veces después de diez días (todo un récord para mi higiene).
Encontrar sin buscar. Salir con la cámara en mano con la idea de fotografiar algunos contrastes en el atardecer y llevarte esta foto donde toda la inmensidad cabe en un detalle
El cielo se carga de nubes y parece que se viene la tormenta. Javi pesca y con la 10 en la espalda se pone otra vez la cena al hombro.
Llega el final del día y la estepa nos regala un atardecer dorado de esos que quedan grabados para siempre. De esos que ya son parte de nuestro tesoro de momentos eternos.
Día 11
El viento amaga. Parece que sí y al final no. Cuando parece que no, al final sí. Guardamos los botes y desarmamos la carpa. Nos subimos a las bicis y salimos a buscar la Ruta 17.
“Vinimos a sentir al gran río Santa Cruz sin imaginar que la Ruta 17, desbordante de estepa e inmensidad, se convertiría en un camino que volveríamos a pedalear de nuevo una y mil veces”
Casi como si se tratara de un guión que se va escribiendo kilómetro a kilómetro, la ruta se acerca al río y vamos sintiendo la despedida. El viento nunca sopló como pensábamos y eso nos genera una sensación amarga. Aunque quisiéramos meternos con los botes, solo vemos paredones y no queda otra que seguir con las bicicletas.
Última carta. Estando a tan solo 15 kilómetros de Piedrabuena vemos en el GPS que en un desvío de la Ruta 17 hay una posibilidad de volver al río. Hacemos 3 kilómetros y llegamos a la zona que se conoce como el Puente Viejo. Hoy ya no hay puente, solo quedan algunos restos, varios árboles y con las últimas luces del día a nosotros nos queda este atardecer. Mañana si el clima nos da una chance quizás podamos hacer el último tramo por agua.
Día 12
Las pocas chances que teníamos de llegar por agua desaparecen. Llovió toda la noche y ahora el viento está limpiando la tormenta que nos dejó 3 kilómetros de barro arcilloso que mezclado con las piedras se acumula en las vainas de las bicis hasta trabarlas. Lo que ayer hicimos en 20 minutos hoy nos lleva más de 3 horas. En cuanto volvamos a la ruta solo quedan 15 kilómetros hasta Piedrabuena y el final de este viaje.
No todo salió como lo pensábamos y planeábamos, pero así como fue fue perfecto. Conocimos un Río Santa Cruz que corre libre desde Los Andes al Mar y hoy más que nunca levantamos la bandera de su lucha por seguir siéndolo.
Guillermo Caroli
Hola chicos, mis enooormes felicitaciones !!!!!
Son unos verdaderos genios, los felicito una vez más !!!
El relato es muy elocuente, transmite la sensación de haber estado ahí compartiendo con ustedes. Excelentes las fotos !!
Me encantó la travesía, les mando un fuerte abrazo.
Guillermo Caroli
Andrés Calla
GRACIAS Guillermo! Qué bueno que pudiste por momentos sentir el viento en la cara como si estuvieses en la mismísima patagonia 😉 Te mandamos otro fuerte abrazo.