Nahuel Huapi (0): el miedo a lo nuevo
“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo”.
Nelson Mandela
La primera vez que conversamos sobre el Nahuel Huapi fue en aeroparque, minutos después de que Andrés aterrice en Buenos Aires después de trabajar durante tres meses como guía de kayak en Bariloche durante el verano del 2015. El avión, al despegar, sobrevoló la inmensidad del lago. Y en ese momento, su razonamiento fue casi matemático: si pudimos pedalear la ruta más larga del país, ¿por qué no vamos a poder remar el cuarto lago más grande de Argentina?
Después de las palabras protocolares que se suelen dar en una pareja (cómo estás, te extrañé, cómo anda todo por acá), me contó la idea que se le había cruzado por la cabeza hacía tan solo dos horas atrás. No sé por qué, pero no recuerdo qué le dije. Lo que sí me acuerdo es esa sensación incómoda y adrenalítica en el cuerpo después de su propuesta, algo que jamás hice en mi vida y que tampoco estaba en mis planes.
Dicen que hay que estar atentos a las señales. Y así lo creo. Con el pasar de los días, las semanas y los meses, y habiendo salido de viaje para darle la vuelta a la Argentina en bicicleta, los planetas se alinearon para que la aventura por el Nahuel deje de ser una travesía imaginaria y se convierta en una realidad con fecha abril 2016: una amiga me manda un mensaje diciendo que estaba trabajando en una agencia de publicidad que tenía como cliente a una empresa de kayaks, que estaban queriendo hacer algo nuevo con la marca y que no sabían qué hacer.
Cuando se lo cuento a Andrés, sus ojos brillosos lo delataron. Al grito de eureka y “ésta es la mía”, agarró el celular y le empezó a contar a mi amiga el plan que teníamos. Pero para serles sinceros, era más su plan que el mío. Si bien durante el verano del 2014 estuve entrenando para ser guía de kayak (y esa era la carta que usaba Andrés para refutar mis dudas sobre si hacer o no esta travesía), pensar en darle la vuelta completa a un lago tan gigante me despertaba cientos de dudas, miedos y muchísimo respeto. Porque el agua no es como la tierra. Porque en el asfalto tenés un margen de error un poquito mayor que en un lago. Porque, hablando mal y pronto, en el agua no la podés cagar. Y yo estaba re cagada de miedo.
Mi amiga habló con el cliente, le contó nuestro plan de remar el Nahuel Huapi en kayak y en lugar de ponerle peros en la lengua a la travesía, respondió: que sí, que le encantaba, que nos apoyaban, que qué necesitábamos, que les encanta viajar, que la idea de contar nuestro viaje era genial y miles de que más. Cuando conversamos esta gran noticia gran con Andrés, me puse contenta y triste a la vez. Contenta porque teníamos luz verde para encarar la travesía, triste por el miedo que sentía. Algo tenía que hacer con ese miedo (o mejor dicho, barrera) que me hacía pensar que algo iba a salir mal. ¿Negativa? No: humana.
Pero como nunca me quiero perder de nada, porque andá saber cuándo los astros se van a alinear otra vez de esta manera y porque una experiencia así no se vive todos los días, dije: ok, aprovecho que Andrés quiere trabajar una tercer temporada como guía de kayak y me sumo para entrenar lo aprendido hace un año atrás, otra vez.
A los pocos días de estar en Bariloche, fui a pasear al centro. Me compré un helado, caminé por las avenidas principales y bajé hacia el lago. Y mi expresión de felicidad por estar otra vez en la Patagonia cambió por completo cuando lo vi tan… agitado.
Ahora bien, ¡¿quién carajo me manda al centro un día de viento de más de 50 km/h?! Me senté en un banco y me lo quedé mirando mientas mi pelo se despeinaba. El Nahuel estaba rabioso, picado como el mar y si en la costa la bandera roja indica prohibido bañarse, en este lago seguro estaría bordó y por partida doble.
Que no es para mí. Que esto me supera. Que no estoy preparada para esto. Que es demasiado grande. Que cómo vamos a intentar remarlo si él es más fuerte que nosotros. Que necesito no tres meses sino diez meses de entrenamiento. Los pensamientos-barrera se multiplicaban. Cuando se los contaba a Andrés, se ponía loco. ¡Pero tenés tres meses de entrenamiento por delante y ya te das de baja! No es suficiente, le respondía.
Al otro día me suena el celular y una operadora me dice que los kayaks ya estaban en Bariloche y que los debíamos ir a retirar. Respiré profundo, sonreí de miedo y salí a buscarlos con Pablo, uno de nuestros entrenadores, en su auto.
Con un nudo en la garganta, me sinceré con él. Le dije de frente: Pablo, necesito que me digas si estoy o no lista para darle la vuelta al Nahuel. Él, un kayakista de la ostia, no me iba a mentir. Me iba a decir la verdad, quizás la verdad que yo quería oír y que iba de la mano con mis creencias. Pero sus primeras palabras me descolocaron:
— Sí. Por qué no vas a poder.
Me quedé unos minutos en silencio. Su tranquilidad y voz pausada me dejaron en offside. No pude refutarle nada, ni siquiera pude defender mis miedos. Porque él, que sabe, que lo remó no se cuántas veces, que tiene años de experiencia, me estaba diciendo sin vueltas que iba a poder. Que yo iba a poder. Que los dos íbamos a poder.
— A ver flaca, un día así como está hoy con olas y viento, se quedan en la playa, toman unos mates y esperan salir al otro día. La ola del Nahuel es navegable, el clima en abril siempre es bueno, tienen buen equipo, van a entrenar, tienen sentido común. Las cosas no tienen porqué salir mal.
Y me contó la historia de un amigo al que se le había metido en la cabeza subir el Aconcagua. Él nunca había hecho cumbre y tampoco entrenaba, pero sus amigos que escalaban le habían dicho que él iba a poder, que confíe en él. Y P (por ponerle una letra porque no recuerdo el nombre) tenía algo a favor: le daba para adelante. Su optimismo lo hacía volar. Cuando llegó el día del ascenso, se encontró con otros amigos que escalaban y con tono sarcástico le preguntaban: ¿qué hacés acá? ¿Vos querés subir el Aconcagua? ¿Entrenaste algo? Y la sonrisa y confianza de P eran la única respuesta. A medida que iban subiendo, los amigos que sí confiaban en P le decían dale, dale, dale, vos podés, no aflojes. Y él no aflojaba. Él seguía. Y poco a poco fue subiendo y subiendo y subiendo, y los amigos que no confiaban en él, con el paso de los días, se les iba transformando la cara del agotamiento, las piernas no les respondían como querían y algunos se quedaron a mitad de camino. P siguió y llegó entero. Logró alcanzar su primera cumbre.
— Entonces, te vuelvo a repetir. ¿Por qué vos no vas a poder? Todo está acá flaca, acá.
Y se señalaba la cabeza con la certeza de quien te habla desde la experiencia.
Y mientras hablaba, de a ratos lo miraba a él y de a ratos pispeaba al Nahuel por la ventanilla del auto. Y lo empecé a ver con ojos de posibilidad y no con ojos de miedo. Sí, era un desafío gigantísimo, todavía más grande que el de pedalear desde Ushuaia hasta La Quiaca. Y aunque no estaba 100% segura de que lo iba a poder hacer, le di al Nahuel una oportunidad. Y me la di a mí también.
Esa conversación con Pablo sirvió de bisagra. Y sirvió para que él, todos los días y sin excepción, me marque errores, me corrija la técnica de remada y con su voz silenciosa pero firme me diga (algunas veces): bien nena, bien.
Para mí el Nahuel significó más que remar un lago “importante” de nuestra geografía. Significó tener la certeza que con esfuerzo y muchas ganas, las cosas salen. A veces viajar o hacer travesías de este tipo parece fácil. Quizás los que las contamos pecamos de no contar el “detrás de escena” de nuestros viajes. Y viajar, en cualquiera de sus formas, implica algo más que tomar una o varias decisiones.
¿Qué más difícil es, para el ser humano de tierra que somos, confiar en algo tan inestable e impredecible como el agua?
Así comienza esta historia de 16 días y casi 400 km.
Comments
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Joaquin
Muy bueno che, gracias por inspirarme!! Esperando para leer más! Un abrazo!!
Jime Sánchez
Muchas gracias, Joaquín! Ya están todos los relatos en el horno a punto de salir!
Gustavo De Luca
Hola chicos, les cuento que es la primera vez que escribo en esta cosa…(llámese blog). Yo los seguí cuando pedalearon la 40 y los conocí en una Expobici en Costa Salguero. Para resumir, recorrí a mi manera en mi Zenith Riva viejita desde Salta hasta Villazón pasando por Iruya, las Yungas, las salinas…..Crucé la cordillera y algo más. Yo fuí el que les comenté que esperaba el “Water test” del rotomoldeado!!!!…y siempre con la flia. paramos en el KM.20 de la Bustillo en un viejo “convento” de los salesianos. Pasamos las tardes tomando mate ya que tiene bajada al lago…y justo enfrente hay un club de remo en un recodo. Todas la veces que fui me prometí llevar mi kayak…(viejote…de fibra sin timón…) para intentar una remada hasta el centro… pero solo me achucaba. (tengo esposa e hijos…) Pasó algún tiempo y ahora mi hijo ya es guardavidas y sigue el Prof. de Ed. Fisica…y por supuesto también rema. Conclusión, no pierdo las esperanzas de tirarme a remar por los lagos de sur como tampoco, como la anécdota que redactas…hacer cumbre en el Aconcagua…(tengo el Sosneado, el Lanín y este año intentaré el Domuyo) . Chicos …ayer cumplí mis primeros 58 años (???) y leer sus aventuras me rejuvenecen…sigan así y un abrazo enorme (apapachazo!!!)
Jime Sánchez
Hola Gustavo! Escribí más seguido en esta cosa llamada blog! jajaj Solo es cuestión de poner una fecha, revisar el clima y hacerlo! Lo bueno es que este posteo sirvió de recordatorio para eso que quedó pendiente. Gracias por tu mensaje, te mandamos un fuerte abrazo!
Nati
Jimena querida,
No te conozco o, más bien, te conozco a partir de tu escritura. Empecé a seguirlos por acá hace un tiempo, sus videos siempre me divierten y tus palabras me llegan muy adentro. Hoy te escribo por primera vez, porque siento que este texto tuyo era la señal que yo pedía en esta noche fría. Gracias por recordarme que los miedos están para superarlos, gracias por tus palabras motivadoras! Porque leyéndote recuperé la confianza en mí y cambié el ánimo. Todos tenemos nuestro propio Nahuel, y nuestro propio desafío personal en él; nuestros “pensamientos-barrera” y nuestras zonas de confort, pero también el potencial para superarlos y buscar la felicidad en lo simple y en el valorar y agradecer lo que tenemos. Les deseo lo mejor en esta nueva aventura, no te olvides que podés esto y más! Abrazos grandes desde más al sur, Nati.
Jime Sánchez
Me sacaste una enorme sonrisa, Nati 🙂 Mil gracias por tu mensaje. Esto es un ida y vuelta y si a vos te hizo bien leerme, a mí también me hizo bien leerte. Te abrazo fuerte!