120 días después
Ya van cuatro meses que estamos viajando. Cuatro meses. Es mucho, es poco, no lo sé. Para mí todo este tiempo fue una especie de paréntesis en el que sin darme cuenta, los días y las horas siguieron pedaleando al lado mío. Cuando uno viaja durante tanto tiempo entra en una burbuja en la que todos los días son distintos, no hay un lunes que se quiera saltear ni tampoco un viernes que se espere con ansiedad. El tiempo se siente diferente.
Y junto con las agujas que no se cansan de dar vueltas, las distancias también cobran un sentido diferente al cotidiano. No hablo de las distancias en cuanto a los kilómetros que separan un punto de otro, me refiero a las distancias de los sentimientos, ese algo intangible que puede unir personas sin importar en qué lugar del mundo estén. Y a pesar de que muchos dicen que las distancias separan, para mí sucede lo contrario: las distancias unen.
Hacia 120 días que no nos veíamos. Sólo tenía que abrazarlos para darme cuenta el valor que puede llegar a tener un abrazo después de tanto tiempo, más si es dado por esas personas que son verdaderamente importantes para uno.
Debo confesar (y sonrío al escribirlo) que me siento orgullosa de la familia que tengo. Los cuatro somos como amigos de toda la vida que se divierten, ríen, juegan y saltan de la alegría cuando están juntos. Y sin lugar a dudas, hoy la distancia nos une más que nunca.
Dejamos las bicicletas en Bariloche y como los viejos tiempos, nos tomamos unos días de vacaciones todos juntos. Mis papás, acostumbrados a pagar por alojamiento, empezaron a buscar cabañas antes de venirse. Un día un amigo les ofreció su casa en Villa La Angostura que suele alquilar durante la temporada, pero en esta oportunidad, él no quería nada a cambio sino simplemente que disfrutemos estas mini vacaciones en familia después de tantos meses sin vernos.
“¡Cómo puede ser que te ofrezcan así la casa!”, me decía por teléfono mi papá. No podía creerlo. Si bien ya están acostumbrados a las historias que les cuento sobre la hospitalidad de la gente, nunca lo habían vivido en carne propia. Así fue como llegamos a Lenga de Calma Chicho, una casa increíble a un kilómetro del centro de La Angostura. Nuevamente el viaje nos sorprendió y gracias a Pablo y Ana (los amigos de mis papás), pasamos una hermosa semana en una cabaña que nos dejó la boca abierta a todos.
Fue una especie de encuentro-reconciliación. Cuando les anuncié el viaje que quería hacer, no les gustó nada la idea de que me vaya a recorrer la Argentina en dos ruedas. Todavía recuerdo sus expresiones de preocupación, algunas frases como: “¡pero la Ruta 40 es la ruta del desierto y vos querés ir justo ahí!” y yo tratando de mantener mi postura cuando por dentro temblaba de miedo. Andrés creo que vivió la peor parte: las miradas y los silencios de mi papá que no entendía cuándo y cómo se le metió en la cabeza al novio de su hija viajar de esa manera.
Pero a medida que fue pasando el tiempo, tanto ellos como yo, derribamos prejuicios y miedos. Verlos tan contentos y entusiasmados con nuestro viaje fue para mí un bálsamo de paz y tranquilidad. Además, tenía muchas ganas de que vean la belleza de la Ruta 40 en uno de sus tramos, que sientan como yo la magia de ese camino, que lo circulen, que lo vivan. Mi hermana y mi mamá conocieron por primera vez el sur de nuestro país y quedaron encantadas sin poder creer que esta belleza es 100% argentina y mi papá se reencontró con su lado aventurero y mochilero que había dejado atrás hace varios años (y ahí entendí que esas ganas de viajar claramente son hereditarias).
Recorrimos todo el camino de los Siete Lagos
Llegamos hasta San Martín de los Andes
¿Se acuerdan de Elena y Clemente? Ellos nos recibieron en Esquel y en La Angostura cenamos todos juntos 🙂
También fuimos al punto panorámico del Circuito Chico en Bariloche
Y estuvimos en un pedacito de la larga 40
Hace poco terminé de leer el libro “Huellas de Fuego” de Federico Ezequiel Gargiulo, quien relata las peripecias que vivió junto con dos amigos en su expedición a pie por la península Mitre en Tierra del Fuego. Y en un momento escribe:
“Así es el ser humano: sólo valora realmente las cosas cuando carece de ellas. Por esta razón, creo que de vez en cuando es bueno sentir que nos falta algo. Ésa es la única forma en la que podemos concebir el verdadero valor que reviste todo aquello que nos rodea. Cerremos el concepto poniéndolo de esta forma: alejarnos de las cosas no hace que las olvidemos, sino que las queramos más”
Esa semana me di cuenta el valor que tiene el estar todos juntos charlando durante la cena, no me quejaba si mi papá me pedía que lo ayude a buscar leña, no me importaba lavar 50 platos después de un asado, me encantó volver a compartir el dormitorio con mi hermana como cuando éramos chicas y por sobre todas estas cosas mundanas, me encontré disfrutando cada instante con ellos, cada beso, cada abrazo, cada sonrisa, cada risa, cada palabra y cada mirada.
Espero que los que estén sumergidos en la rutina diaria vuelvan a revalorizar esos momentos, que vistos a la distancia, son los más lindos que uno puede vivir. Y a ustedes, gracias por esa semana donde me volví a dar cuenta de cuánto los quiero.
JULIETA
Hola flia de viaje!!! nose como llegue a su Blog, me encanto leerlos y leer esas mismas sensaciones que compartimos. abrazote!!!
Jime Sánchez
Muchas gracias, Julieta!
Federico Bongiorno
¡Qué buen post chicos! Felicitaciones. Pero tengo que reoconocer algo: baje casi instantáneamente a comentar lo siguiente…
¡QUÉ BUENA VENTANA LA DE LA CASA DONDE SE ALOJARON! Un día de lluvia con esa ventana es el aliado perfecto de un escritor.
Un abrazo grande a ambos 🙂
Jime Sánchez
jajaja viste lo que es?? ideal ideal ideal para un día de lluvia y letras 🙂
Abrazo grande Fede!
Vicky Ginepro
Jime!
Me encantó cómo pusiste en palabras lo emocionante del reencuentro con tu familia.
Me encantó este post y me alegro mucho que hayan podido compartir todos juntos un poco de su viaje
Beso grande a los dos!!!
Karina
Jime, qué Bello como podes materializar en letras tus sentimientos…
Bellísimas las fotos, el relato, tu familia y Ustedes dos!
Gracias por compartir…
Los quiero!
marita y miguel
CHEEEEEE QUE LETRITA TAN CHICA….JAJJAJJA ASI ES DIFICIL ESCRIBIR,JAJAJJAJJAJJAJ PAPI.
marita y miguel
Querida hija y Andres
Muchas veces he llorado por dolor,pocas por emocion y muchas menos por agradecimiento y alegria.Me has emocionado hasta las lagrimas,por lo que escribiste y como lo hiciste,me gusta el sentimiento y lo que trasmitis.Fue magico en todo sentido,por volverte a ver,por el reencuentro familiar y por todo lo que se genero.Redescubri cosas,perfumes,colores,paisajes y sensaciones que estaban dormidas….gracias por despertarlas.
Que esta experiencia temple tu espiritu,tu mente y tu fortaleza
Fuerza…adelante..un gran beso!!!! te quiero..tu papa
Gracias a Pablo y Ana,son una especie en extincion,una casa alucinante para un reencuentro ..inolvidable.
Gracia.
elba
Hermoso y emotivo relato. Me encantó y me hizo recordar a los encuentros con mis amadas hijas.
Les deseo que tengan muchos encuentros como este a lo largo de la 40.Van a aguantar hasta octubre? Los quiero. Elba
La Vida de Viaje
jaja vamos a intentar aguantar! (y si no, vendrá un segundo reencuentro más al norte)
juliana
aiiiii, vos sí que sabés cómo hacerme llorar fácil! Adorable, como siempre. Te adoro 🙂
marita y miguel
HERMOSO RELATO DE NUESTRO ENCUENTRO FAMILIAR, VOLVI A EMOCIONARME JIME, SIEMPRE LLORONA TU MAMI,PERO ESA SEMANA LA VIVIMOS INTENSAMENTE TODOS . MUY FELICES. GRACIAS HIJA Y ANDRES POR TUS FOTOS QUE REFLEJAN TODO LO QUE SENTIMOS ESOS DIAS. UN BESOTE Y ADELANTE . BESOSOOOOOO