Crónica de un Litoral desconocido
Pedaleamos por la Ruta 14 rumbo al norte de Entre Ríos. Pedaleamos por un camino de asfalto limpio y banquina ancha intermitente: por momentos a favor del tráfico, por momentos en contra. Hay despertadores tediosos que debemos esquivar y los camiones y autos se vuelven figuritas repetidas. Agachamos la cabeza y sumamos kilómetros: no hay mucho para ver ni para contar hasta que el reloj marca las cinco de la tarde.
“En una hora el cielo se apaga”, pero al costado del camino no se puede dormir: hay pastizales, espinillos y pastos altos. Frenamos en una fábrica de jugos y preguntamos si podemos armar la carpa debajo de unos árboles pero nadie logra comunicarse con la dueña. Frenamos en una estación de servicio pero nos dicen que hay yararás. Frenamos en una despensa y M nos dice que sí: tendemos nuestra casa al lado de la suya. Le contamos del viaje y nos regala un salamín, mientras su marido nos muestra fotos de sus cinco hijos y sus cinco nietos. El pasto amanece escarchado y nos invitan a desayunar al comedor. En la mesa hay café con leche, alfajores y una jaula con un loro mascota que nos habla. R riéndose nos dice: “vuelvan en algún momento que las puertas de esta casa están abiertas para ustedes, pero vuelvan en auto… ¡dejensé de jodé con la bicicleta!“.
Salimos con guantes y viento en contra hacia Chajarí. Nos cruzamos con los Antípodas, una pareja brasileña que está viajando en bici por Sudamérica. Paramos dos días en la casa de A y S: ellos reciben viajeros para revivir su aventura de dos años en kombi. Nos reencontramos con nuestra amiga G después de unos largos meses y la abrazamos fuerte porque no sabemos cuándo nos vamos a volver a ver. Retomamos los caminos enripiados y se larga a llover. Frenamos y una chica se acerca. “¿Ustedes son los que venden sillas?”. La miramos, nos mira, los tres miramos las bicis y se va. Avanzamos unos kilómetros y pasamos por una escuela: quince gurises salen del aula y nos empiezan a correr.
Hora de almuerzo rutero: choclo, arvejas, queso y libritos de hojaldre que nos regalaron en Chajarí. Nos vamos porque empieza a llover otra vez.
Nos convertimos en balizas con nuestras capas de lluvia: ahora sí que parecemos de otro planeta. A veces nos preguntamos qué pensarán los paisanos cuando nos ven pasar por esos caminos intransitables, en bicicleta y con tanto bolso colgando. Algunos creen que viajamos en moto, otros no saben si saludarnos o no. Hasta los animales no saben cómo reaccionar: o esconden su cola entre las patas o nos ladran con rabia. Salto de un pensamiento a otro: “quiero frenar”, “qué lindos pájaros” “estoy aburrida de tanta arena” “todavía no probé las naranjas de Entre Ríos”. Frena un camión repleto de cítricos y nos regala seis. Pisamos San Jaime y prendemos el celular para ver el mapa que dibujó Andrés donde nos indica cómo llegar a la estancia de sus amigos: nos están esperando con tortas fritas y mate.
Nuestras piernas gritan pido y charlamos con S sobre el viaje y el campo. R mientras tanto nos prepara un guiso. Reímos con F y sus chistes: “San Jaime es un pueblo de primera… ¡porque en cuanto pusiste segunda ya te fuiste!”. Dormimos en la galería y al otro día damos una vuelta por el campo.
Hay cachorros curiosos y dormilones.
Hay vacas recién ordeñadas y hay gallos y gallinas corriendo de un lado al otro.
Salimos otra vez a andar. Nos llaman la atención los nombres de las estancias. “Libertad”, “Don Antonio”, “Los lirios”, “El buen pastor”. Hace mucho frío: lo sentimos en los huesos. Frenamos en una tranquera sin bautismo.
A nos vuelve a mandar otro mensaje: “en San José de Feliciano pueden descansar en el polideportivo”. Cuando llegamos hay veinte camas cucheta con colchones y duchas con agua bien caliente. Nos quedamos dos días: el ripio agotó nuestras piernas y nuestra mente. Tocamos el ukelele, escribimos en nuestro diario, vemos una película, leemos. Amanece con niebla y desayunamos fuerte: avena, nueces y chocolate rayado.
Pasamos de un paisaje con vegetación enana
y candados fotogénicos
a un cambio de provincia un tanto abrupto: Corrientes se presenta con árboles de verdes vivos, largas subidas y huellas abandonadas.
Este es el Litoral del centro: un Litoral sin grandes ríos, pero con arroyos y bañados.
con rutas secundarias perdidas
con carteles que casi no se leen
con puestos policiales atados con alambre que se mantienen en pie por las donaciones de su gente: la gente del campo.
Gente que camina con bidones vacíos para cargar agua, que te pregunta si estás pedaleando para cumplir una promesa, que se acerca con una bolsa de regalos porque “si están por acá es para que yo los ayude”.
Gente que va y viene una y otra vez. Gente con espíritu humilde.
Es sábado y llegamos a Perugorría un 28 de junio, día del santo patrono San Pedro. La plaza está vestida de fiesta: hay juegos inflables para chicos, hay choques culturales (paella y feijoada para todo el pueblo), hay gaseosas y vino libre, hay artistas pintando cuadros y otros tantos haciendo esculturas con chatarra. S, el Director de Deportes, nos acompaña al centro comunitario para que podamos pasar la noche. Cuando entramos lo vemos desbordado: en cada sala que visitamos hay hombres durmiendo en el piso y en camas cucheta. Los únicos lugares disponibles son dos: o nos acomodamos en la sala de odontología o descansamos en la oficina de la directora. Es más fácil mover un escritorio que un sillón de dentista.
El pueblo quiere que nos quedemos pero el lunes pronostican tormenta. Nos vamos: las nubes avanzan rápido. Antes de llegar a Loza vemos una culebra que desde los colores imita ser una yarará para ganarse el respeto de todos. Frenamos en la comisaría y nos dan la habitación de los oficiales. A las cinco de la mañana caen miles de gotas sobre el techo de chapa.
A pesar del mal clima, salimos. Y llegamos a Mercedes. Y en Mercedes, la casa de piedra. Y en casa de piedra, hogar y pausa.
Graciela
Chicos! Qué buen blog. Muy buenas fotos. Les dejo mi abrazo viajero. Me sirven los datos. De viajera a viajeros! Tengo una fan page en Facebook que se llama justamente Viajera, como mi primer libro. Abrazos desde Tandil.
Jime Sánchez
Hola Graciela, ¡muchísimas gracias! Abrazos desde (ahora) el sur.
Mariana
Soy de Corrientes, pero vivo en Rosario. El “cambio de paisaje abrupto” lo vivo dos veces al año (los estudios, la distancia, y lo caro que esta el pasaje hacen que asi sea) leer su crónica hizo que mis ojos se llenen de agua. Es un agua feliz, mezcla de extrañar y de orgullo, agua que Jime despierta con sus frases simples “gente con espiritu humilde” y Andres retrata con tanta facilidad y hermosura. Son genios, me encanta lo que hacen. Mi compañero y yo – desde la gran ciudad – tambien militamos por el uso de las dos ruedas, y nos sentimos felices de conocer dos locos hermosos, que viven su sueño. Ojala algun día nos cruzemos en alguna ruta. Los abrazamos fuerte 😀
La Vida de Viaje
Hola Mariana! Ojalá nos encontremos en la ruta, qué lindo mensaje que nos dejaste. De más está decir que seguimos en contacto para poder compartir unos buenos mates y charlas. Un abrazo enorme (ahora) desde Córdoba!
Brandon
Hola, ya pasaron por la provincia de Santa Fe??
La Vida de Viaje
Hola Brandon! Desde el 10 de octubre que estamos en Córdoba!
Horacio
Excelente blog !! Muy buenas histórias. Éxitos !!
sergio rios
que increible la solaridad de la gente, como siempre el que menos tiene es”el que mas da “
Maru
Que lindo volverlos a leer por la ruta y que nos cuenten sobre esos caminos hermoso de nuestra Argentina. Ya me dan ganas de que nazca Gaia y empezar a recorrerlos de a 3.
Abrazos.
La Vida de Viaje
Emoción! (amamos el nombre Gaia). Abrazos muchos chicos!
MARITA
Que lindo este relato hijita mía, me asuste con las yarará, no me contaste nada.Hermosa gente que se han encontrado en el camino. Sigan disfrutando y haciendo participe a todos de esa Vida de viaje por el litoral. Un beso grandote
felix
son imparables amigos!! que bueno!! y que gente copada se encuentran…como siempre digo, la gente humilde es la de màs grande corazòn.Un abrazo y que sigan piola piola disfrutandooo.
Rodri Fracalossi
Los esperamos por los esteros del Ibera chicos!!!
Rodri Fracalossi
Yo vivo en CC Pellegrini, si vienen para estos pagos, pasen por mi rancho
Alex Ferrero
Que buenas fotos!!
Me vuelvo loco cada vez que entro a un post de La Vida De Viaje. Que linda experiencia que estan teniendo, lo voy a hacer dentro de un tiempo, sea en una bici o solo con la mochila pero quiero peregrinar por los pueblitos de Argentina.
La Vida de Viaje
jaja muchas gracias Alex!! Un abrazo grande, para lo que necesites acá estamos!
darwin
Muy lindo lo que cuentan me hace volver a mi infancia cuando caminaba en caminos interminables de piedra y tierra y nubes con sol .donde veia el horizonte y los cerros con sus chircas que buenos momentos de la infancia.hoy vivo en b.s y ni veo el sol casi trabajo 9 horas xdia llego de noche pero bue un abrazo grande!!!
ignacio
que placer leerlos! gracias por ayudarnos a muchos a conocer nuevos lugares y animarnos a salir!
Carla
Hermoso lo que escribieron! Gracias!!!
Daniel
Hola chicos!!! que bueno es descubrir que aun los gestos nobles en las personas existan, que la solidaridad esta al mergen del camino que recorren a diario.
Quedo a la espera del próximo relato, porque ya son parte de mi, son parte de lo que serán mis recuerdos, como el programa de radio que me acompaña toda la mañana en la oficina.
Buenas brisas….abrazos.
La Vida de Viaje
Qué lindo saber eso Daniel! Los buenos gestos están en todos lados, tanto en la ciudad como en la ruta.
Che Toba
Que lindo viaje acabo de hacer, calentito, sin mojarme y sin pedalear. Me encanta che!! La cara de la gente vieron? No es gente de espíritu humilde, es gente humilde de espíritu humano. Cómo puede ser que la gente de ciudad se apartó tanto de las raíces? Si además casi todos venimos del campo. Cuántas generaciones? 2, 3, 4? En mi caso sólo una, conozco muchos caminos similares, tengo aún primos que viven en pueblos de PRIMERA como ésos y los paisajes que muestran me ponen nostálgico de años pasados. Dios quiera que salga adelante de nuevo de mis piernas, no prometo andar mucho en bici, mi record es 10 km ja jaja ja pero tal vez en algún otro vehículo sin techo de ésos que te hacen parte del paisaje, como la “G” que tanto admiro y que uds se encontraron: Why Not? Dicen que el trabajo es salud y yo digo que viajar ensancha o prolonga la vida. Ahora entiendo porque ando pal diablo, SINO HAGO NADA; ni trabajo ni viajo ja ja ja ja, sólo estoy ocupando espacio y el barba quiere que le de charlas sobre blogs de viajes ja ja ja ja ja ja. Los quiero, se me cuidan y vayan pensando en alguna vestimenta menos extra terrestre para andar por ésos pagos, No es el tour de francia jajaja ja ja ja. Abrazos
La Vida de Viaje
jajaja Che Toba sos lo más! Totalmente de acuerdo con esta frase: “No es gente de espíritu humilde, es gente humilde de espíritu humano”, es así.
Estando por estos pagos nos preguntamos lo mismo: cómo puede ser que las personas se hayan separado tanto de sus raíces, cómo puede ser que lo “normal” en la ciudad sea en realidad tan anormal (en el campo toda la familia quiere estar en un mismo terreno tirando para el mismo lado y en el cemento se prioriza que uno se independice y se separe como una forma de “crecer”). En fin, mundos diferentes que no se entienden del todo. Nos vemos en Córdoba pronto!
Alcibiades kalambas
De nuevo atado a una gran ciudad, por lo grande y caótica, que es Cali, Colombia. Atado a ella por un compromiso social familiar pero, liberándome con las lecturas de viajes y bici aventuras. Esto puede ser parte de la preparación psicológica emocional que estoy haciendo para en unos pocos meses emprender mi ciclo aventura propia y disfrutar en carne propia esas dulces aventuras que ustedes narran aquí. Abrazo y fuerza para que sigan pedaleando la vida en viaje.
La Vida de Viaje
Para lo que necesites Alcibiades, acá estamos 🙂 Ojalá puedas salir a las rutas muy pronto!
Horacio Antonio Alasino
Tengo alguna ventaja por ser entrerriano. Leo el artículo pensando en una descripción mas o menos detallada de los pagos por los que tanto anduve y tanto conozco, para recrear la memoria, pero me pasa algo raro. El relato enciende emociones que están terriblemente vigentes dentro mio. Y me quedo pensando. Las anécdotas son como un combo: paisaje (infaltable) afectos, gestos inolvidables, gentes, animales, alguna situación difícil y otras no tanto y un cielo siempre abierto que todavía no encuentro el final. Gracias gurises por recordarme que estoy vivo.