Qué hacer, ver y comer en Santa Rosa de Calamuchita
Las sierras cordobesas tienen algo. O mejor dicho, Córdoba tiene algo. Es una provincia imán, como tantas otras de Argentina, que te hacen querer volver una y otra vez. Tiene tantas rutas, tantos caminos secundarios, tantos pueblitos, ciudades e historias, que recorrerla entera ―y con tiempo, como nos gusta viajar a nosotros― nos llevaría unos cuantos meses.
Al ritmo de la bici conocimos parte del norte cordobés: la laguna de Mar Chiquita, las Cuevas de Ongamira, el camino de Los Gigantes y las Altas Cumbres, pero hubo un lugar que nos quedó afuera: Santa Rosa de Calamuchita. Será que de chica me hablaron tanto de Calamuchita que por eso quería ir cual nena que se encapricha con los destinos que quiere visitar. Muy a mi pesar no quedó otra que dejarlo pendiente, pero como ya aprendí que los pendientes tarde o temprano se tildan, dejé de patalear y seguí pedaleando.
Los meses pasaron y los caminos de 10 bloggers se cruzaron en un viaje de prensa organizado por Travel Media Argentina (una productora argentina de contenidos turísticos), Valle del Sol (un complejo de cabañas y suites temáticas) y la Secretaría de Turismo de Santa Rosa de Calamuchita. Por eso en este posteo les compartimos los 10 imperdibles de esta ciudad que tanto nos gustó.
1. Los senderos para llegar a la cascada del Águila (y la cascada, obvio)
Si hay algo que nos fascina de Córdoba son sus senderos para hacer en bici o a pie. Éste en particular es para hacer caminando y no es necesario ir con un guía porque es autoguiado. Para llegar hay que tomar la Ruta Provincial 5 y desviarse solo 700 metros por un camino de tierra que llega al mirador del Águila. Desde ahí arranca el sendero para llegar a la cascada.
Una huella de tierra empieza a meterse entre las sierras. Los espinillos y los acacios negros son los que convierten este camino en un pasadizo que se abre y se cierra según lo que la Pacha quiera. Julio, el guía que nos acompaña para contarnos todos los detalles que no conocemos, nos dice que Calamuchita viene de Talamuchita que quiere decir lugar de talas y molles. Y sí: a simple vista parece un lugar áspero por las espinas de los árboles y la aridez del camino, pero a medida que avanzamos el bosque y el arroyo Loyola suavizan todo lo que vemos. El agua tiene un poder mágico: nos envuelve, nos limpia, nos calma. Y si hay algo que siempre hacemos es respirar profundo para llevarnos una partecita de todo este mundo a donde quiera que vayamos.
Perdemos la cuenta de cuántas veces cruzamos el arroyo. Saltamos entre piedras, subimos hasta un mirador y nos quedamos un rato mirando las sierras. La altura nos da otra dimensión: nos recuerda que hay algo más grande que nosotros, que todo eso que vemos ahí afuera en realidad es nuestra casa. Nos acomoda en tiempo y espacio. Ese debe ser el nosequé que sentimos cuando visitamos lugares con altos y bajos como este.
Volvemos al sendero y a los pocos minutos llegamos a la cascada. Anoto en mi cuaderno: “volver en verano”. Si hay algo que me puede de Córdoba son sus piletones de agua: me imagino llegando con mi mochila llena de sanguchitos y mate (y dos o tres libros) para pasar toda la tarde comiendo, nadando y leyendo. Qué placer. Sí. Vamos a volver en verano.
El mejor momento del día para hacer este camino es horas antes de la puesta de sol. El atardecer es el broche final de este paseo.
2. La vista (con merienda incluida) en la Cantina de Montaña
Tanta caminata nos dio hambre. Y qué mejor que terminar el día en la Cantina de Montaña que está justo en la entrada al sendero de la cascada y desde donde se puede tener una vista panorámica de toda la ciudad de Santa Rosa (otro punto estratégico para sacar fotos de esas que cuando las ves decís “faaaa, ¡qué lugar!”).
El balcón es ideal para tomar unas ricas cervezas artesanales (sí, la rubia nos puede) o un té con medialunas para los más friolentos. También hay platos que prometen mucho. Es EL lugar para cerrar una tarde de aventura con la panza llena.
3. Todos los platos de La Vaquita (sobre todo la inigualable tortilla de papas babé)
Oh por dios, baba, amor por estos platos. Podríamos usar todos los sinónimos de la palabra “rico” para describir el menú de La Vaquita. Pero empecemos por el alma de la cocina: Sergio es el responsable de crear obras de arte gastronómicas para chuparse los dedos (literalmente).
Oriundo de Buenos Aires, llegó a Santa Mónica (una localidad ubicada a pocos kilómetros de Santa Rosa) cuando este lugar era un paraje de solo 80 casas (hoy hay 1200). Su única ambición era poder compartir su pasión y perpetuar el entusiasmo familiar por la cocina. Empezaron de a poco y con medialunas, pero cuando el menú creció y se multiplicó, el delivery se resolvió a caballo por el simple motivo de que en ese momento no había autos.
El nombre del lugar fue elegido espontáneamente, mientras cerraban con hilos una caja de pizza. Sergio trabajaba como tesorero en una cooperativa de luz y una queja recurrente que recibía de los vecinos que iban a veranear a Santa Mónica era que las vacas de los gauchos se comían el pasto de sus jardines. Sergio, para aminorar los conflictos, empezó a convencerlos de “las cosas buenas de la vaca”. Y ese mismo día, cuando su hija le pregunta qué nombre escribir en la caja de cartón, él le responde: “y… ¡ponele La Vaquita!”.
Hoy La Vaquita tiene 18 años de trayectoria y capacidad para 30 comensales. Se rotan las cartas todo el tiempo y TODO es cocinado en el momento. O como dice Sergio: “vos lo pedís y yo lo empiezo a trabajar”. Comida casera y que desborda del plato, a lo bodegón. Además de todo, su hijo es sommelier y te recomienda qué vino tomar. Es-pec-ta-cu-lar.
No podemos evitar hacer un ranking de los 3 platos que más nos gustaron:
1º puesto indiscutible: la tortilla de papas babé (un sueño)
2º puesto compartido: las mollejas a la milanesa y el bife de chorizo al horno de leña (una fiesta)
3º puesto dulce: la tortita de dulce de leche casero y mouse de chocolate (un orgasmo)
Para cerrar, solo les queremos decir que este lugar es uno de los mejores 10 restaurantes de Córdoba. Sí. Baba.
4. La vista panorámica de Santa Rosa desde el cerro Vía Crucis
Después de La Vaquita quedás medio tocado, es inevitable. Por suerte al otro día subimos al cerro Vía Crucis (otro de los senderos autoguiados que se pueden hacer en la ciudad) que también está sobre la Ruta Provincial 5.
Se sube hasta los 800 metros de altura por un camino de piedras, árboles y espinillos hasta llegar a una cruz enorme de madera que corona el pico del cerro. Para los que les gusta ver las ciudades desde arriba como a nosotros, este es un lindo punto panorámico para entretenerse y tomar unos mates.
5. El asado y el flan casero con dulce de leche de la Pulpería de los Ferreyra
Se habrán dado cuenta que Santa Rosa de Calamuchita es un destino gastronómico con todas las letras. Bueno, este es el segundo lugar recomendado para ir a comer: La Pulpería de los Ferreyra.
“Esta pulpería fue mi sueño. En ella puse mis amores: amor de esposo, de padre, de hermano y de amigo. Siempre serán bienvenidos los que traspasen su puerta. Cuide Usted de no cerrarla, pues yo la mantengo abierta”, dice un cartel de letras anchas próximo a la puerta de entrada. Lo firma Carlos Ferreyra, dueño y fundador de la esquina más tradicional de Santa Rosa por estar enfrente de la Capilla Vieja que hoy funciona como museo histórico y religioso.
Entramos con la sensación de estar viajando en el tiempo. Los ladrillos a la vista, las rejas, la madera, su patio y galerías reproducen lo que eran las pulperías de antaño: comercios tipo ramos generales donde se podía comer y beber y que eran el punto de encuentro y trueque de los lugareños y viajeros.
Es la tradición argentina hecha restaurante: folclore, cocina criolla, asado, mozos vestidos a lo gaucho y un templo del vino listo para ser degustado (hasta se puede probar el vino casero “Los Ferreyra”). La parrilla, un lujo. Y el flan casero con dulce de leche es el manjar de la casa.
6. La costanera, los balnearios, los puentes y el calicanto
Creo que la mejor forma de conocer un lugar es a pie. Si bien el city tour lo hicimos arriba de una combi, subimos y bajamos no sé cuántas veces. Primero recorrimos el centro y nos enteramos de que Santa Rosa nunca fue fundada ni planificada como ciudad, por eso los edificios públicos no están concentrados alrededor de la plaza del pueblo.
Estas tierras fueron habitadas por los indios Comechingones y luego colonizadas por los españoles. El territorio poco a poco se empezó a poblar, comenzaron a aparecer las primeras estancias y uno de sus habitantes, Estanislao Baños, dona su porción con la condición de que se convierta en un pueblo que con el tiempo se bautizó Villa Santa Rosa. Hoy en día se puede visitar “La Casona”, una de las primeras casas chorizo con galerías construida en 1890, que también funcionó como el primer hotel en la ciudad.
Otra de las paradas obligadas es la costanera del río Santa Rosa. Lo más lindo de todo es que hay 9 balnearios con parrillas y mesas para un asado espontáneo a la vera del río. Y ni hablar de los espacios verdes para unos mates al sol. Otro de sus atractivos son los puentes: el de hierro que fue traído de Europa en 1914 y que formaba parte del camino real y el colgante con una historia de más de 50 años.
Las dos últimas paradas fueron en el calicanto jesuítico (un puente acueducto que atraviesa el arroyo Seco y que era utilizado para regar las estancias jesuíticas) y el paseo del Remanso (una playa popular de los 80 que se reacondicionó para que sea el punto de encuentro y organización de eventos culturales).
7. Las pizzas de ¡12 PORCIONES! de Da Vinci
¿Pensaron que ya no íbamos a comer más? Nonono, se equivocaron. Ahora es el turno de la pizza gigante y a la piedra de Da Vinci.
Sus dueños vivieron muchísimos años en Italia, y cuando volvieron a Santa Rosa, decidieron comprar la antigua terminal de ómnibus de la ciudad para abrir una pizzería que llevaría el nombre del Da Vinci que veían pintado al frente del teatro Scala de Milán. Pero en lugar de poner una pizzería clásica, redoblaron la apuesta de sabores y tamaños: una de las más raras es la de papas fritas y huevo (llamada “Ojo de búho”) y las pizzas pueden ser de 4, 8 y 12 porciones.
8. Salir a paseajugar en cuatriciclo
Si nuestra próxima aventura es arriba de un cuatriciclo, ya saben por qué fue. La última vez que manejamos uno teníamos mmm… ¿15 años? Bueno, ahora con 28 volvimos a sentir esa adrenalina de cruzar puentes cubiertos de agua, caminos con raíces gordas y piedras que hay que esquivar, suelos con barro, arena seca y muchísima tierra. Terrenos 4×4 para jugar un rato (terminás la vuelta con ganas de seguir con el cuatri todo el día).
Lo bueno del paseo en cuatri con los chicos de ATV Calamuchita es que llegamos a lugares de Santa Rosa que casi nadie conoce. Pero ojo, cuidado con salir con bloggers de viaje que acostumbrados a hacer cualquier cosa que les pinte, pueden seguir de largo por caminos secundarios y perderse (como nos pasó a nosotros) o quedarse clavado en el barro sin poder salir como le pasó a Esteban de Un Viajero Curioso (ay, curioso curioso…):
9. Cabalgata campo adentro
Ya lo dije una vez: amo andar a caballo. Quizás por las historias que me contaba mi papá con su caballo Señalado o porque de chica íbamos al campo y los veía tan enormes y elegantes con sus largas colas y flequillos bien peinados que ahora cuando me dicen “cabalgata” salto de la alegría. Nos pasó lo mismo que con el cuatriciclo: a caballo conocimos otra cara del lugar, vimos otras texturas, sentimos aromas que completaron el rompecabezas que vinimos a armar de Santa Rosa de Calamuchita.
Salimos con Tribu Serrana y nuestros caballos hacia el corazón del valle. Mejor día y horario no nos pudo haber tocado: cielo azul y sol dorado de las 5 de la tarde. Íbamos uno atrás del otro, y si bien algunos caballos eran más bravos que otros, todos resultaron bien mansitos. Dafne, la guía, iba adelante. Atrás estaban sus dos hijos: uno de 16 años y otro de 2, cada uno en su caballo. Sí: el más chiquito, Teo (o el jinete más canchero de todos), también vino con nosotros.
10. Tomar un té de hebras (o una cerveza artesanal) en Mantra
Nos dijeron el nombre y ya nos gustó. Mantra abrió hace muy poco en Santa Rosa y tiene muchas cosas que nos encantaron: su vidriera con flores blancas, su jardín vertical, los budas que te miran desde los estantes, sus ventanas de colores que decoran la barra, las macetas con mensajes positivos y las teteras de colores que parecen de juguete.
Lo más rico: el té en hebras. Hay té negro y verde orgánico, tizanas y blends. Yo soy una fanática del té así que si viviese en Santa Rosa sería mi lugar preferido de escritura y lectura. Para que tengan una idea de lo que pueden llegar a probar: el té negro “Noche en Shangai” tiene canela de la India, jengibre y cítricos (exquisito) y el té verde “Delicatessen” tiene cerezas, vainilla y canela. También hay algunos más jugados con caramelo y chocolate con leche; pétalos de caléndula, almendras y chocolate amargo; lavanda y menta. Para los que quieren cervecita, tienen su versión artesanal y papas, empanadas y pizzas. Un lugar muy lindo y completito.
11. Bonus track: las cabañas y habitaciones temáticas del Complejo Valle del Sol
Si le faltaba algo a este posteo es la opción de dónde dormir. Este lugar que les recomendamos está cerca de todo lo que les mencionamos antes, pero por sobre todo, muy cerca de las sierras. Valle del Sol es un complejo familiar (el primer concepto de cabañas que se levantó en Calamuchita) llevado adelante por Juan y Cintia para perpetuar el proyecto de vida que querían y soñaban sus abuelos.
El complejo está sobre la Ruta Provincial 5 en el kilómetro 93. Tiene cabañas y suites temáticas y en un futuro, un hotel boutique. Además de todo, tiene spa (para las chicas: los masajes descontracturantes y la limpieza de cutis es lo mejor que te puede pasar en la vida) y restaurante con platos riquísimos como para no perder la costumbre. Y si tienen suerte, van a poder conocer a María, la nona estrella del complejo 😉
Jorge
Regresè despuès de muchos años a Calamuchita, gracias a lo que pude ver en este blog y encontre una calamuchita cambiada para mejor sin olvidar de disfrutar la naturaleza.
Ruben
Excelente post, estábamos en duda de donde tomarnos unos días y este ha sido el “empujoncito” que nos faltaba. Me encantó tu manera de describir los lugares y servicios. Muchas gracias.
La Vida de Viaje
¡Qué bueno Rubén! Ojalá puedan disfrutar tanto de este lugar como lo hicimos nosotros en su momento 🙂 Después contanos como les fue.
Fausto
Hola!! Gracias a esta entrada en tu página pude hacer la gran mayoría de las cosas!! Me encantaron. Te agradezco un montón!! Saludos
La Vida de Viaje
Hola Fausto! Qué bueno! Escribinos si tenés alguna otra actividad como para recomendar que hayas podido hacer 😉
Flor
Hola quería saber donde queda la casona?
La Vida de Viaje
Hola Flor, La Casona queda en Camino de los Siete Colores 80: https://goo.gl/maps/ava5TSQKwvoDLdzK8
alicia
chicos me encanta leer sus historias de viajes, no solo me sirven para ver que hacer en nuestros futuros viajes sino que mientras leo sus historias, disfruto y vivo sus viajes, muchas gracias por compartirlos, y sigan viajando, no importa cómo o en qué, nosotros fuimos carperos muchos años pero llegó un momento en que le incorporamos una cama a la camio….y ahora disfrutamos de viajar en un “semi MH” y paramos donde queremos y cuando queremos y el viajar (que en definitiva es de lo que hablamos) se hizo mas llevadero y placentero, hasta siempre y buenas rutas
La Vida de Viaje
Gracias por el aliento, Alicia! Es bueno sentirse acompañado en el sentimiento jeje a veces cuesta tomar decisiones, a veces no nos gusta cambiar, a veces nos enojamos al cambiar. Qué lindo experimento es ser humano, no? Te mandamos un fuerte abrazo!
Lucila R.
Fue un super viaje, chicos. Me gustaron un montón las fotos de ustedes. Y, sí…habrá que volver en verano 🙂 Abrazotes y a seguir mostrando las bellezas de Argentina.
La Vida de Viaje
Gracias Lu! Ojalá coincidamos en otro blogtrip!
Maria Teresa Gelsi
Cuánta vida…Nuestra Madre Tierra en ofrenda…Todo color, sabor, alegria del “andar”…Caminos, refugios del alma, alimento y aromas. maravilla del VIAJE…visto con los ojos luminosos del disfrute. Gracias.!
Gustavo
Que recuerdos!!! Trabajé en el 85 en Villa Gral. Belgrano…gracias x el informe. Yacanto, Los Reartes, La Cumbrecita…lugares lindísimos. Saludos
Andrés Calla
Nos quedaron tantos lugares por conocer que vamos a tener que volver 🙂 (y esas son muy buenas noticias)
Paola
Chicos, que gran regalo se dan y nos dan a los que los leemos, he conocido su país gracias a ustedes, bellos paisajes, bellas personas… Me asalta una duda, con que objetivos fotografían y Jime tú grabas a las personas o solo haces anotaciones de sus relatos, me parecen muy certeras tus palabras al relatar la historia de los lugares y sus habitantes.
La Vida de Viaje
Hola Paola! Qué linda, muchas gracias! Si logramos que viajen un ratito con nosotros, misión cumplida 🙂 Te cuento: las fotos las sacamos con una Canon 60D y un lente 18-135. Para los relatos llevamos un cuaderno y una birome a tooodos lados jeje (ahora estamos empezando a grabar audios para no olvidarnos de nada!). Un abrazo grande!