Elige tu propia aventura

Cada vez que llegamos a un lugar, sea el que sea, me es inevitable pensar en lo que habrá pasado antes de que nosotros lo visitemos. Y es en ese momento cuando se activa mi lado detectivesco: busco pistas, signos o huellas que me permitan construir alguna de sus tantas historias, sin importar si son de hace cinco horas o diez años. Me intriga mucho saber quiénes comieron en el mismo tablón en donde estamos sentados tomando mate o qué pasó en los pasillos por los que caminamos.

En nuestro recorrido hacia Cabo Vírgenes (ubicado a 150 kilómetros de Río Gallegos y donde nace oficialmente la mítica Ruta 40 que cruza la Argentina de punta a punta) paramos en la estancia El Cóndor después de pedalear 75 kilómetros. La tranquera estaba cerrada pero nos animamos a entrar y a preguntar si podíamos pasar la noche ahí. Por suerte nos respondieron que sí y nos llevaron a la cocina de los esquiladores donde no había problema de tirar las bolsas de dormir en las cuchetas de los cocineros.

Una pava calentándose en una hornalla sobre una cocina industrial. Olor a grasa animal, quizás de cordero. Un largo tablón como mesa y en el centro, la revista “Negocios” con fecha 1995. Su titular “Argentina, ¿eterna emergente?” podría ser aplicado a nuestra realidad actual a pesar de que hayan pasado 18 años. Mientras tanto el chofer, que transporta a los marcadores de ovejas, nos cuenta que todos los mediodías almuerzan cordero y que no puede esperar a llegar a Tres Arroyos, localidad de la provincia de Buenos Aires donde vive, para comer un asado de vaca (y mientras lo escuchamos se nos hace agua la boca).

Me quedo pensando en las historias de campo que nos describe, en que unas horas antes todos los peones estaban sentados en la misma mesa que nosotros disfrutando del cordero número 22 del mes y quizás hojeando esa revista un poco vencida. Pareciera que en las estancias las agujas del reloj se congelan y si no fuera por los celulares que se ven colgados con alambres en las ventanas para que les llegue la señal, uno podría pensar que ahí el tiempo no pasa o pasa muy lento.

En el nuevo trazado, la Ruta Provincial N°1 es la actual Ruta 40. El paso constante de camiones petroleros y la falta de mantenimiento, hacen que el camino sea muy complicado para transitar con auto pero no imposible. En bicicleta se puede pedalear pero teniendo mucha paciencia y atención para esquivar pozos, piedras sueltas y grandes charcos de agua post lluvia. 100% aventura.

Después de pedalear unos cuántos kilómetros llegamos a Cabo Vírgenes. Llegamos al KM 0 de la 40 y nos esperan más de 5000 kilómetros hacia La Quiaca. ¿Cuánto, no?

Subimos al faro emblemático del Cabo. Lo vemos de lejos y bien de cerca. Vuelvo a pensar en las miles de personas que lo habrán visitado y al rato descubro que en el mismo lugar desde donde yo lo observaba, una pareja se sacaba una foto después de celebrar su casamiento hace 38 años, siendo la primer boda llevada a cabo en el extremo más austral del continente. Hay que animarse a tirar el ramo con este viento, eh…

Pasamos tres noches en una casa que está detrás del puesto de Prefectura. A pesar de estar algo abandonada, está impecable. Después de acomodarnos un poco entro a una de sus habitaciones, veo un placard con colchones, voy al baño, sigo por la cocina. En el comedor hay unos cuadros envueltos con papel sobre una mesa. El viento se escucha por todas partes, ¿quién más lo habrá escuchado como yo?

También visitamos la colonia de Pingüinos de Magallanes

Hace unos años en esta misma casa vivió un francés que viajaba en velero. Una tormenta hizo que su barco “se partiera al medio” (así lo describieron los prefectos) y como no tenía a dónde ir, se hospedó ahí mismo. Se ve que el francés se sintió como en casa porque después de un año finalmente regresó a su país. Pasaba horas en Prefectura: sólo le faltaba atender el teléfono y comunicarse con los barcos que se acercaban a la boca del Estrecho de Magallanes. Por algunas actitudes, los prefectos intuían que tenía dinero para volver a Francia pero él decidió quedarse y compartir su tiempo con sus nuevos amigos.

Esta canchita está atrás del puesto de prefectura y según cuentan fue el escenario de grandes partidos de futbol (a pesar del viento)

Cada lugar tiene su propia historia esperando ser contada. Como en los libros de “Elige tu propia aventura”, el completar (o no) esa historia dependerá de las personas con las que uno converse y del camino que se elija tomar.