Líneas de mi diario de ruta (de El Chaltén a Perito Moreno)
Con tan sólo asomar la nariz fuera de la bolsa de dormir, se podía sentir que nuestra última mañana en El Chaltén iba a ser lo suficientemente fría hasta que el sol decidiera salir. Con bufandas, gorros de lana y guantes, nos vamos a desayunar a la panadería La Nieve, una de las mejores casas de pan y facturas de este pueblo.
Salimos a las nueve de la mañana con un par de kilos de más (por culpa del dulce de leche y la crema pastelera) pero también con frutos secos, pancitos y sobres de azúcar en el bolso manillar, regalo de La Nieve para la ruta. Minutos después volvemos a tomar el camino rumbo a la 40, camino que a pesar de haberlo hecho a la ida es muy diferente para nuestros ojos que a pocos kilómetros ya extrañan ver al imponente cerro Fitz Roy. Mirarlo por el espejo retrovisor de la bicicleta nos da cierta nostalgia, pero sin dudas en otra oportunidad nos vamos a volver a ver.
El objetivo del día es pedalear hasta Tres Lagos. El día acompaña, el viento también y el paisaje va cambiando kilómetro a kilómetro: de las azules y calmadas aguas del lago Viedma a la desértica estepa patagónica de la 40, de las tonalidades verdes a las marrones, de las altas montañas a los bajos cerros.
Redondeamos en los 123 kilómetros a las 21hs. Ya de noche vamos confiados hacia la comisaría para ver si nos dejan tirar la carpa en algún lugar, pero nos redoblan la apuesta y nos abren las puertas de una casita con camas, cocina y ducha. Fideos con cebolla, huevo, albahaca y a dormir.
Al día siguiente el cuerpo nos pasa “factura” y en lugar de levantarnos a las seis de la mañana, el despertador suena por última vez a las ocho. Antes de irnos queremos pasar por la panadería del pueblo para comprar pan para los siguientes tres días de ruta en la desolada 40 pero nos enteramos que abre a las diez. Nos alegramos porque el habernos quedado un rato más en la cama no fue en vano.
El tramo desde Tres Lagos a Gobernador Gregores es bastante complicado. La mayor parte del camino es de ripio y por suerte en bici se puede subir a la capa asfáltica que se está construyendo en paralelo a la vieja ruta. Durante todo el trayecto, saludamos a más de 20 personas que hoy en día se encuentran haciéndole una especie de “lifting” a la vieja 40 ancha y enripiada. Esta ruta de naturaleza virgen tiene una belleza única y por sobre todo, mucha historia.
La Ruta Nacional N°40 fue creada en 1935
Es una ruta bicentenaria porque a su paso atraviesa importantes escenarios que permiten reconstruir la historia de nuestro país
Llegamos a Gobernador Gregores después de una merienda de cereales con leche al lado de un tractor. Nos encontramos con un pueblo con mucha vida natural, árboles y ríos. Es increíble que en tan pocos kilómetros el paisaje haya sufrido esta metamorfosis. Ni bien pasamos el cartel de “Bienvenidos”, nos vamos directo al hospital donde nuestro nuevo anfitrión está haciendo guardia. Ahí conocemos a Abel Pasqualini, el cirujano de Gregores.
La voz ronca del Coco Basile y la facha de Cacho Castaña. Un hombre que nos quiso prestar la camioneta para hacer las compras en el supermercado y que nos dejó sobre la mesa la tarjeta de débito por si necesitábamos dinero. La cantidad de cigarrillos que fuma es directamente proporcional a las malas palabras que dice mientras ve la televisión después de una jornada de varias horas en el hospital (con el curioso detalle que los prende, le da dos pitadas, los apaga y a los pocos minutos, el ciclo vuelve a comenzar con un nuevo cigarrillo).
Abel fue médico de catástrofes en lugares de guerra durante 20 años en diferentes partes del mundo y llegó a Gregores en búsqueda de la tan preciada tranquilidad (sobre todo mental). Un gran personaje que nos hizo reír y comer. Todas las proteínas que no ingerimos durante el último mes, las comimos en su casa. Bifes, chorizos, morcillas… un manjar para nuestro paladar.
Después de dos días y tres noches salimos a la ruta con viento en contra. Desacostumbrados a los fuertes soplidos, esa noche acampamos en un campamento vial a 70 kilómetros de Gregores. Al día siguiente nuestro amigo seguía con soplidos, así que a la mañana lo desperté a Andrés con una simple pregunta: “¿y si nos quedamos hoy?” Y nos quedamos 🙂
A la mañana siguiente vemos que al lado de nuestra carpa había árboles de peras y manzanas… ¡de este tamaño!
Al otro día salimos bien temprano. Con el viento en contra y las rodillas que nos empezaban a molestar, paramos a 20 kilómetros del campamento vial y decidimos esperar a que el clima mejore. A las cinco de la tarde seguimos en el mismo lugar lo que nos lleva a retomar nuestro olvidado “tour de estancias” y entramos en La Silvina, donde además de bañarnos y dormir calentitos, cenamos bifes con papas (fe-li-ci-dad).
Hace un par de meses dos formoseños de 21 y 24 años trabajan como peones en esta estancia. Dos chicos llenos de vida que le dieron vida al kilómetro 977 de la 40. Divertidos como ellos solos, amantes del vino y del fernet y tan transparentes como una hoja de calcar, nos abrieron las puertas y nos trataron como si fuésemos viejos amigos. Sin dudas ellos nos esperaban a nosotros y creo que también nosotros a ellos. Estar solos en el medio de la 40 no es nada fácil, por eso nada se da porque sí, menos en la ruta y de viaje.
Después de un día y medio en la estancia nos vamos un poco más cargados (con cuatro mermeladas, tres zanahorias, un yogur bebible de frutilla, un paquete de fideos, dos paquetes de galletitas de agua, dos bolsas de tortas fritas y tortillas con chorizo ¡que nos enseñaron a hacer!) pero por sobre todo, nos despedimos con los corazones llenos de amistad y buena energía formoseña para seguir los próximos kilómetros.
El séptimo día de ruta fue óptimo y en total llegamos a la suma de 70 kilómetros a las 16:30hs. Algo loco pasó durante la pedaleada: después de pasar por la entrada del Parque Nacional Perito Moreno (que nos quedó pendiente conocer), nos cruzamos con un grupo de trabajadores viales y dos me pidieron que me saque una foto con ellos (creo que somos los únicos viajeros en bici que están pedaleando por estos pagos). Nos quedamos charlando y prometemos vernos durante los próximos kilómetros en la ruta y así fue: cada vez que pasaban con sus camiones, nos tocaban la bocina y nos regalaban un pulgar levantado que se lo devolvíamos, señal de que estábamos bien. Esa noche tendemos la carpa en la ruta y después de una sopa con fideos nos vamos a dormir.
El viento al otro día está a nuestro favor. Salimos a la ruta a las nueve y pedaleamos casi tres horas, momento en el que decidimos parar para tomar unos mates y comer pan de hace cinco días con mermelada de grosellas. Al mediodía el viento se pone más fuerte (e insoportable) que lo normal. Una camioneta se detiene y las dos personas que están adentro nos dicen que a unos 10 kilómetros vamos a encontrar un puesto de la empresa Decavial (donde ellos trabajan) y que ahí podíamos parar si necesitábamos algo. A esa misma distancia sabemos por el mapa que vamos a ver un hotel abandonado, una buena oportunidad para sacar fotos y descansar un rato (y de paso dormirme una siesta al sol).
Yo estaba algo cansada a pesar de haber pedaleado sólo 40 kilómetros y no tenía ganas de seguir, aunque mi inconsciente me decía que faltaba muy poco (30 kilómetros) para llegar al objetivo del día que era Bajo Caracoles. Me dije: almorzamos, recargamos energía y vemos. Justo en ese momento, la misma camioneta que nos cruzó 10 kilómetros atrás nos va a buscar al hotel y nos dicen: “chicos, vayan a nuestro puesto a comer”. Le respondemos que no es necesario y le agradecemos pero nos vuelve a repetir: “VAYAN”. Muy bien, si usted lo dice…
Viejo Hotel Olnie
Así fue como entramos en un puesto que tranquilamente podría ser llamado “Hotel Decavial de la 40”. Ni bien entrás, ves a la izquierda una mesa de pool, detrás la puerta hacia una cocina industrial, a la derecha una mesa larga para once comensales y una televisión sobre un mueble donde se asoma una botella de vino tinto. Del calor que tiraba una boca de dragón me tuve que sacar el buzo. En eso, escucho una voz de adentro de la cocina que nos dice: “los estábamos esperando”. Es el cocinero que estaba cortando un tomate y sacando del horno el pollo y el pescado a la milanesa que hacía sólo una hora habían degustado los muchachos de la ruta.
Charlamos un buen rato con Silvio, el santo de la cocina que de postre nos da dos porciones de duraznos en almíbar con dulce de leche. Ambos coincidimos una vez más que todos en la ruta nos estamos esperando, nosotros a ellos y ellos a nosotros (mientras escribo esto, Andrés juega al pool con el capataz y los chicos de los camiones… ¡ya vuelvo!).
Tienen como “mascota” a un hermoso guanaco que se llama Pepe
Bueno… muy divertido el pool. Mientras jugaban me di cuenta que uno de los chicos estaba conectado a Internet. ¡Bingo! Aprovechamos para hablar con la familia y ponernos al día con el blog, no es excelente la señal pero es mucho más buena que en otros lugares donde estuvimos.
Llegó el momento de la cena: doble plato de ravioles con estofado, duraznos en almíbar con dulce de leche, vino tinto y a la cama. Antes de acostarnos, revisamos la página Wind Guru (una web muy recomendable y confiable en lo que al pronóstico extendido se refiere, brinda información sobre la velocidad del viento y su dirección en distintos momentos del día, precipitaciones y otras yerbas). Pronostica que el lunes 25 de marzo va a ser bastante complicado con vientos fuertes, así que optamos por quedarnos un día más en el puesto.
Además de sentir el viento por la ventana, al otro día desayunamos, nos ponemos al día con las fotos y los relatos y almorzamos un guiso de arroz. De postre, otra vez duraznos con dulce de leche (que podría comer todo el día). Más tarde nos sentamos a charlar con los muchachos de la obra mientras cargamos nuestra música en sus pendrives para renovar las playlists que escuchan en la ruta. No sé por qué, pero cada vez me cuesta más irme de los lugares donde paramos. Los vínculos de sólo dos días son tan fuertes que uno se encariña muchísimo con la gente. Mañana salimos a la ruta y yo me quedaría una semana en este puesto porque realmente me siento (y me hacen sentir) como en casa.
Suena el despertador a las 6:30, después a las siete y finalmente logra despertarnos a las ocho. Dormidos y con ganas de seguir en la cama, nos levantamos, ordenamos y nos vamos a desayunar mate cocido con leche y el delicioso pan casero que hace Silvio.
Llegó el momento de las despedidas y siento un poco de nostalgia. Cuando lo saludo a Silvio no puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas. Realmente me encariñé mucho con las personas de la obradora Decavial, pero especialmente con él. Ojalá la vida nos vuelva a cruzar.
Después de los saludos, salimos a la ruta y volvemos a estar frente a frente con el viento que nos hace imposible la pedaleada del día. Tan sólo a tres kilómetros del puesto de la empresa paramos en un puente y decidimos esperar a que el viento se calme un poco.
Entre mate, música y siestas de por medio pasan dos horas. Antes de almorzar tortas fritas con paté, tomate y mayonesa (sí, esa fue nuestra comida del día), frenan dos motoqueros, un suizo y un alemán, que están recorriendo el mundo y que se conocieron en la ruta. Suiza se dirige hacia la Carretera Austral (la famosa ruta chilena N°7, un clásico de los viajeros y más que nada de los cicloturistas de todo el mundo) y Alemania sigue por la 40. Compartimos unas “cookies” y después de prender el motor, continuan su viaje. Nosotros comemos nuestro plato del día y por suerte después de casi tres horas, el viento se calma y podemos llegar a Bajo Caracoles bastante más rápido de lo que pensábamos.
Parecen astronautas pero son motoqueros
Bajo Caracoles
Llegamos al Bajo y vamos directo a una especie de bar/almacén/hotel donde sale ronda de mates y galletitas. ¿Seguimos unos kilómetros más o tiramos la toalla? Vemos la hora y son las 16hs. A las 16:30 juega Argentina-Bolivia y tenemos un televisor sintonizado en el canal que lo va a transmitir. Suficiente para tomar la decisión de quedarnos, mañana será otro día.
Termina el partido, vamos a la comisaría del pueblo para preguntar si podemos tirar la carpa en algún lugar y nos abren las puertas de una casita abandonada donde podemos dormir. A fines de marzo el frío se siente un poco más que antes así que nos alegramos. Mientras yo armo la carpa y abro las bolsas de dormir, Andrés cocina arroz con zanahoria, cebolla y provenzal. Cómo se las rebusca en la cocina para hacer platos ruteros ricos es admirable. Rogamos que mañana el viento nos acompañe para llegar victoriosos a la Cueva de las Manos.
Noche de luna llena en el Bajo
Y así fue: el viento nos ayudó para llegar a la nueva ruta de tan sólo 30 kilómetros que te lleva a las tan conocidas artes rupestres. El camino previo tuvo muchas subidas, pero ni bien vemos las subidas empinadas de esa ruta me quiero matar. ¿Quién me mandó a esta montaña rusa de ripio y encima con una bicicleta? ¡Horrible! La pasé muy mal. Después de la tercera subida y de la casi hora y media para hacer dos kilómetros, nos tiramos al lado del guardarrail y a los pocos minutos llega un ángel en camioneta que nos invita a subirnos y nos acerca hasta las Cuevas. Gracias, gracias, gracias. No íbamos a llegar más y yo no daba más. Al llegar, la Cueva de las Manos y el Cañadón del Río Pinturas nos sorprendieron. Increíble lugar donde se huele historia en cada rincón.
El cartel lo dice todo
Cañadón del Río Pinturas
Las huellas de la historia
Arte rupestre “ciclista”
Después de 115 kilómetros, ¡llegamos a Perito Moreno! y nos vamos directo a la casa de Pako Sepulveda que nos espera para hospedarnos. Junto con sus amigos tomamos unas cervezas, comemos empanadas fritas de atún y de jamón y queso y compartimos unas divertidas charlas sobre la vida, los viajes y el montañismo. Nos quedamos en su casa un día y después salimos a la ruta nuevamente para decirle hasta luego a Santa Cruz y darle la bienvenida a la provincia de Chubut.
Este camino de El Chaltén a Perito Moreno valió la pena y fue especial. Donde pensábamos que íbamos a estar realmente solos, fue donde más personas conocimos y donde más nos ayudaron. ¡Gracias a todos de corazón!
Raspa FC
GRAN ALEGRÍA SIENTE TODO EL PLANTEL, AL ENTERARNOS PUBLICACIÓN TRAS PUBLICACIÓN NOS DEMUESTRAN QUE ESTÁN SIENDO FELICES Y ESO NOS ENORGULLECE!
MUY BUENAS FOTOS Y COPADAS NARRACIONES, SIGAN ASÍ GENIOSSSS
SUERTE JIMENITA Y BARBA!
ESPERAMOS POR MAS VIDEOS GRACIOSOS Y POR LA EVOLUCIÓN DE LA BARBA DE ANDRES
Y COMO SE CANTO EN LO DEL AGUCHO, LA CENA DE DESPEDIDA
OLEEE OLEEE OLEEE, OLEEE OLEEE OLEEE OLAAAA SOOOOY VIDA DE VIJAEEEE, ES UN SENTIMIENTOOO, Y NO PUEDO PARAAAAAAR!!!!
Carlos
Chicos, es la primera ves que entro a este blog, la verdad estoy sin palabras, mientras leo, imagino el recorrido, las personas, los lugares, que se yo, todo. desde aca, Entre Rios, Federación, les mando un abrazo fuerte, y mucha fuerza, sigan, sigan…
juliana
hermosísimo, mamu!!!!!!
ME da mucha risa algunas de tus expresiones! Cuántas ganas de verte que tengo! Prontito, prontito
Te adoro!
🙂
Paula
Qué orgullo conocer alguien que se jugó por su sueñín
Piedritas Jime! Traeme Piedritas!
Isa
Qué bonita narración Jime. Era como estar en una bici a vuestro lado pedaleando y sufriendo el viento y las cuestas y compartiendo esos lindos y queridos encuentros.
Que sean muchas más las sorpresas que deparen el camino.
Por cierto, me encantó de mascota un huanaco 😉
marita y miguel
hermosa narración jime, me encanta como describis paisajes y personas,los felicito a ambos, un besote
sigan asiiiiii